Los drones -aeronaves no tripuladas de diversos tamaños- son posiblemente la tecnología que más va a cambiar la fisonomía del mundo en el que vivimos y, sin embargo, su «superpoblación» tendrá que ser controlada por regulaciones de seguridad estrictas y -probablemente- centralizadas como en otro tipo de tráfico aéreo. Los drones son maravillosas máquinas que están revolucionando y revolucionarán prácticamente todas las actividades humanas que conocemos. Los rodajes cinematográficos o de publicidad -profesionales o de aficionados-, el reparto de medicinas, el reparto de mercancías, la exploración de lugares no accesibles, el rescate de personas en situaciones de riesgo… Es difícil no encontrar una actividad humana -el pastoreo?- en la que un dron no pueda ser útil. Pueden llevar -y llevan- por lo general una cámara incorporada y su manipulación es relativamente fácil convirtiéndolos en algo que va, desde un juguete, a una peligrosa arma de guerra.

El pasado día 22 de Diciembre, un Twit de la NBC lanzaba la alarma con un «MIRAR: Esquiador a punto de ser aplastado por un dron en plena carrera». El «esquiador» era Hirscher, que defendía el título de Campeón del Mundo por cuarta vez acabando en segundo lugar, tras el Noruego Kristoffersen, pero que sigue manteniendo el liderazgo en el conjunto de la competición.