Resulta que D. Juan Carlos no era perfecto. Me entero de esta nueva en esta edad madura mía, sobre quien, cuando yo era apenas un adolescente, pilotó mi vida hacia la libertad política sin violencia. Porque las formas en las que la libertad llega si importan. La inmensa, inmensa mayoría de los españoles se congratuló y benefició de una transición que asombró al mundo. Hoy lo habremos olvidado colectivamente -y a los más jóvenes por alguna razón jamás se les enseñó-, pero en su día causó asombró. Y el joven monarca se dirigía de forma excepcional a sesiones conjuntas del Congreso y el Senado de los Estados Unidos y del Congreso y el Senado de Francia, recibía en Alemania el premio Carlo Magno a su contribución a la construcción de Europa o viajaba a China para propiciar que fuera a España a donde viajaba por primera vez fuera de su país un presidente chino. No era cosa menor como hoy sabemos, aunque el gesto del rey no fuera apenas aprovechado por la clase política española que, en general con alguna excpeción, siempre ha estado por debajo del soberano.
¿La importantísima cumbre de Oriente Medio que anunciaba una paz que luego no llego? No, no fue en Oslo, sino en Madrid, porque a España se la identificaba como modelo de concordia y paz.
Las cumbres iberoamericanas donde España retomaba, con el acuerdo de todos, su papel histórico con su presencia a título de Rey de la comunidad iberoamericana. Aquella visita a Cuba, donde juntó las manos de Aznar y Castro iniciando un deshielo que en nada se pareció a la patética visita a la que se obligó a Felipe VI a una tierra que hasta ayer era España misma. Lean incrédulos la Pepa de 1812, que no donde hay dato la opinión -tertulias aparte-, ha de inclinar la cerviz.
Parece que no le fue fiel a Doña Sofía… eso sabemos. Con terribles consecuencias. Personales y políticas. De otros, estas cosas, o no las sabemos, o pretendemos no saberlas. No es defensa, es ponderación. Que es ejercicio imprescindible en el análisis político cuando es análisis y no ideología o propaganda fácil y remunerada de plató.
Cada vez que el Rey viajaba al extranjero -más de 200 viajes a 50 países- lo hacía con los empresarios españoles metidos en el avión y, desde luego, con los miembros correspondientes del Gobierno que cruzaban puertas que él abría, amenudo por encima del lugar que a España le hubiera correspondido por PIB o por peso en la política internacional.
Las abría basándose en su propio prestigio personal. El que hoy se ha prácticamente destruidopara España. Veremos qué dice la Historia sobre los protagonistas de estos tiempos.
Hoy, todo eso está por el fango y entre los ecos de rumores que las hojas del próximo otoño no acallarán, hay que hacerse la madre de todas las preguntas: ¿qui prodest? Quién conteste que a España y a los españoles, o lo ha pensado poco, o miente o, en su caso, está al servicio de otra nación que no es la española. Quizá la del dinero.
¿Usted, qué piensa? Así en este momento de intimidad consigo mismo ¿qui bono? ¿A quién beneficia?
Pues eso.
Exigir la santidad en el país de los ERE’s, la Gurtel y el 3% no deja de ser abracadabrante. Una persona buena que ha cometido errores ha abandonado el país. En el palacio que regaló al pueblo español en Lanzarote, se ha instalado el mismo día el presidente de un Gobierno con 20.000 muertos en el armario.
Revancha y botín. Ni le perdonaron la paz, ni le perodonaron una España de todos. Algunos la querían, y la queiren, para ellos. No pierde el rey, pierde España. Y perdemos los españoles.
Queda, eso sí, el Rey. Esto es lo que tienen las monarquías constitucionales, que no es tan fácil acabar con ellas. Falta saber sólo, si los españoles tendremos algo que decir cuando al respecto cuando nos llamen a las urnas en los próximos comicios electorales.