Caía la tarde sobre el dolor como un alba más. Bajo la piel, el corazón falló tres latidos, y dio pasó a la prueba primera de la no muerte: el suicidio.

Sobre la intuición de la primera soledad, la soledad cruel, gratuita, de juego mortal, comenzaron los primeros trazos sobre el lienzo. Aún inmaduros.

Por fin, sobre el suicidio acumulado de otros fracasos llegó la certeza del número 3; el afilado meticuloso del cuchillo, la búsqueda azul de la tonalidad para la carnicería, el centro sutil para un Pollock desabrido y abstemio donde se pudiera penetrar la muerte como se penetra la profundidad del sexo, húmedo, cálido, sutil. Pero no hubo fluido. Una tras otras las hendiduras ya desesperadas manaban secas como un desierto de Pentecostés. Un último intento, el otro brazo, más arriba, más abajo.

LOVE

La fatal
Obviedad nunca
Vertida sobre
El espacio de tu interior.

Légano fresco
Oculto, tras senos de
Vestales que al propio Rubens
Escandalizarían. Poema.

Literalmente tu palabra
Oscura, cruel y mentirosa
Vana, bella, antigua, pedregosa
Espectral, como el Mito de Martén cediendo ante Thor

Lóbulo de oreja tan virgen y perseguida
Ónice del deseo más profundo
Vigesimoquinto intento de entender
Estratagemas de un cosmos ignoto y real

Lujuria parda de oso muerto
Órganos desparramados, yertos.
Vidrio, cuchilla, punzón, puñal
Extenuación del destino desestimado.

 

Tu palabra, sólo tu palabra,

Isolda mentirosa, ya sólo juego cortesano.

Modesto cuadro de piel y tinta roja, casi pellejo.

Opus.