La imágen que encabeza esta entrada, es una «inversión» -lo que antes llamábamos «negativo»- de una foto que tomé hace 12 años en el Real Jardín Botánico de Madrid. El «efecto», básicamente, consisite en que los blancos aparecen como negros, y viceversa; lo mismo sucede con la gama de grises existente entre negros y blancos. Si la foto es en color, el «negativo» o la inversión, se produce con la transformación de los colores presentes en la foto. En este caso, se trata de la corteza de un roble. Los tonos «originales» son pardos, tirando a marrón oscuro o negro- o, en el rango opuesto, a un crema muy claro.
…es la base misma de mi obsesión creativa
El resultado me parece bellísimo. Como una abstracción que remite a una zona extraña cubierta de hielo, o a una piedra de atípica formación geológica, o, quien sabe, si a un detalle de la piel de algun especímen que no identificamos. Todo ello, y nada… porque no hay certeza. Y ahí es donde aparece la famosa «latencia» de Ortega con la que soy pesadisimo porque es la base misma de mi obsesión creativa. Lo latente es la música del arpa del poema de Bécquer. El artista usa su vida para inentar hacer presente lo latente, algo que es imposible y, de no serlo, el resultado sería aburridísimo y carecería de todo interés… pero el artísta, al intentarlo poniendo su vida -nada menos- al servicio del arte, se aproxima con dosis altas de angustia y esfuerzo y consigue reducir la latencia al mínimo de tal forma que el «receptor» se siente en presencia del aroma prohibido de los dioses… y le parece habitar por un pequeño instante, el alma del mito*.
*Lo que yo veo realmente aquí, es un trozo de la gran muralla de Juego de Tronos que separa -en mi opinión- la civilización del mito y su ciencia propia: la magia.