Crítica: «A ras del suelo», de Horacio Alcalá

Fotograma de "Grazing the Sky" de Horacio Alcalá.

7,30pm. Empieza a oscurecer, en esa hora tonta en que la luz del día ya casi no está y la de la noche no ha llegado aún y en el medio, hay un momento, en que no atardece ni anochece. Un momento tonto… «vale», un momento triste:

Ayer «hablé» con Horacio Alcalá, el autor de «Grazing the Sky» o «A ras del Cielo», al que apenas conozco y al que no es fácil intuir. «Hablé quiere decir «chateé» -o como se escriba-. Él no conoce mi voz, yo no conozco la suya. Me había pasado la película por un tema sobre un amigo común, Ignacio Burgos, y le pedí permiso para hacer una crítica. Normalmente, claro, no pido permiso cuando pago o veo algo público. Como no era el caso lo hice y me lo dio. Así que… voy.

De pequeño siempre odié el circo, me producía tristeza y me la produce, la cosa nómada. Ralladuras mías. Un día cubriendo el Festival de Otoño para yodona.com, y Yo Dona, fui a ver un espectáculo de circo llamado «Circa», dirigido por un tal Yaron Lifschitz. No tenía ni idea de donde me metía ni de lo que me esperaba. Escribí una crítica que titulé  «Llámame perfección». Nada volvió a ser igual en mi forma de ver las artes escénicas en las que, a partir de ese momento incluí el circo aunque literalmente no lo es: en algunos sentidos es superior, al igual que lo es una corrida de toros. ¿Por qué digo estas cosas y me meto en estos jardines? Porque tanto en el circo, como en los toros, se junta la belleza con la muerte. O su posibilidad. Oí comentar una vez a Cayetano Rivera -días después de una cogida- que estar en el filo de la muerte «te hace sentir la vida con una intensidad inigualable… todo se amplifica, los olores, los sonidos». Es una «intoxicación adictiva» dijo. Geraldin Chaplin me citó su trabajo con las mismas palabras en una entrevista. Creo que el circo tiene, o puede tener, el mismo componente: una intoxicación adictiva.

«Grazing the Sky», tiene también algo de salto mortal. La temporalidad en la que está rodada, las localizaciones, el número de países, ciertas tomas… ¿Cómo se sobrevive a eso? Lo primero que llama la atención -algo no menor… pero menor- es la fotografía. La iluminación, ciertos tiros de cámara, la reverberación de la luz buscada y rebuscada sin caer en el artificio. Pero lo más llamativo, sin duda, es la belleza de todos sus protagonistas. Externa -obvia-, e interna, mostradas ambas por el guión y la dirección de Horacio Alcalá. Ojos negros, azules, cuerpos blancos, oscuros; las razas; las nacionalidades; las culturas. Y sobre todo ello, el individuo. En un momento determinado entra en juego la presencia del misterio: el de la voluntad humana. La dualidad de rozar el cielo y los infiernos interiores, la presencia del gatillo que lo ocupa todo: la posibilidad de la lesión y de la muerte. Luego ésto se concreta en la trama, pero no sería necesario, está en cada fotograma.

Se que me repito, pero una de las cosas que impresiona conforme se van sucediendo las escenas, son las pieles llenándolo todo. La película es un muestrario, un escaparate, de pieles de calidad insuperable, pieles perfectas, bellas, superiores, pieles moldeadas sobre todos los cánones de belleza de todas las culturas. Y, sin embargo, dentro de esa perfección, hoy idolatrada, se adivinan las vísceras, la sangre, la red de vasos portadores del rojo líquido vital que puede salpicarnos a todos como el vino viejo de una botella que se nos escurre de las manos. Pieles. Pieles que son superficie de lo más hondo y esencial. «Lo superficial solo es bello porque nos apunta a lo profundo» dijo Ortega. En este caso al ser humano; a cada ser humano, a cada individualidad.

«Grazing the Sky» nos muestra de forma efectiva la lesión física y asoma, en algunos momentos, en algunos diálogos, la lesión moral y la personal. Es verdad que la «rendición» al circo y su mundo, es catártica y curativa, pero, cuando la belleza está tan presente, se echa de menos -yo eché de menos-, la fealdad y la sombra del ser humano de forma explícita. Quizá no la había y sería falsedad mostrarla. No lo se. Es una cosa personal de desequilibrio en una obra en la que es protagonista.

Creo.