Cuando el silencio… Mina/Gibson (Gracias a un gran amigo por recordarme donde mirar.)

 

 

Es curioso… desde hace semanas vivo

en un cósmico y absoluto silencio.

Menos del Universo que me tiene

entretenido con el Mal y el dolor.

 

Tiempo de medir, la dulzura de mi

propia compañía.

Sólo se echa de menos cuando se espera.

La brisa, las hojas de las plantas

que riegas por la mañana

y te sonríen,

el minúsculo gesto

de quien ya no tiene fuerzas para agradecer,

el pedernal del silencio,

cuando aún no has hecho el silencio en ti.

 

La ternura de la carne que se va.

 

La vida dura que se pone más dura

y cuando te parece que los limites están

en los cuatro puntos cardinales

te da otra vuelta de tuerca.

 

Y tu trabajas del amor.

El amor no es respuesta,

es manantial. Es mandatorio.

Y el Mal te mira, sentado

en la esquina de tu cansancio,

con una sonrisa fina, esperando

la corrupción. Y te corrompes.

Y luego pones la rodilla en el suelo,

y luego tensas el músculo

y te levantas, y sigues trabajando.

Sigues amando.

 

Sigues manando.

 

 

Pero no hay ecos. Es la prueba.

La prueba

en la que te mides cada día

y cada día fracasas.

Y vuelves con la rodilla

al frio suelo, y haces

lo que tienes que hacer.

Y eres borbotones,

agua atropellada,

sonido ruidoso

de un torrente que ya nadie escucha.

 

Y ves el paso del tiempo

delante de tus ojos,

su hacer imparable y cruel

y al mismo tiempo generoso…

 

Estás en la escuela de la vida.

Y te castiga de rodillas.

Y te da con la regla en las uñas.

Y de todos los silencios del mundo

escuchas Su silencio.

 

Tres días en los que se hizo,

el Silencio.

La Madre que procesiona

con el Mal victorioso,

dueño del mundo.

 

La Madre del Silencio.

 

Porque el silencio es la duda,

la gran herramienta

del enemigo del hombre.

La duda,

donde fue puesta la certeza.

 

La duda es lo humano,

es el pecado original,

¿se duda acaso de la madre

ausente, ocupada

en la habitación de algún

oscuro hospital?

 

Se duda.

 

Se duda de sus paredes tiernas,

del alimento perpetuo

que no necesitaba boca,

de la temperatura constante,

del balanceo en la placenta,

de la nana

de ese otro corazón

que no es y es el tuyo.

 

Se duda.

 

Se duda de Dios.

El silencio,

el silencio de Dios

es la única música

que no cesa en el universo.

 

Pero dudamos.

 

No es la voz lo que falta,

es la incapacidad para

entonar el único silencio

perfecto:

El sonido del amor… 

del que somos capaces,

el de los otros es,

eso, sólo duda.

Pecado.

n.

La historia es curiosa claro. Un amigo. Ya no lo es. ¿Lo fue? Lo fue. Los amigos son tuyos, no eres tu de ellos. Amistad de la fortuna montada sobre una bola flotando en un mar tempestuoso. Un Rubens colgado, de paso, en una pared del Prado. La diosa fortuna; ese tipo de amistad. La vida vivida. La intensidad de un Madrid de ida y vuelta. Un apartamento compartido. La duda Mina Dalla Terrapermanente. Lo ambiguo. La ambigüedad es el paraíso de lo oscuro. Amigo sí, amigo no. Pocas certezas. Pasos medidos. Y un día, un regalo que es un desecho. Un error. Un disco de Mina Mística. No sesentera, ni setentera… ni siquiera ochentera o noventera; una Mina finisecular. Period. Me lo regala de verdad, sabe que me va a gustar tanto como a él no le gusta. Me conoce. Sabe. Si los amigos saben mas que tú, hay tristeza cierta a la vuelta de la esquina. La amistad no admite estrategias, es vida que pasa. Eso es la amistad, lo demás… máscaras. Llevo ese disco como un clavo clavado. Bello, épico, de un cartón metalizado y como un bajo relieve troquelado. Vamos, sin «como»: un bajo relieve troquelado en una Mina que toca ya el Otro lado.

Y un día pasa la película de Gibson. La Pasión… el escándalo, el éxito extraño, la belleza del arameo, de latín en la boca de un Pilatos que no quiere pero sabe que no tiene autoridad frente a la verdad: Véritas? quid Veritas est? Dice con su rostro curtido de hombre niño con un peso con el que no puede. El amor de la que ama. Su otra Verdad.

Y, un tercer día, todo empieza de verdad con el número 3, los encuentro juntos en una ¿casualidad? que sólo se puede hacer en mí. El recuerdo de una actriz búlgara para mí desconocida, su andar procesional, sus ojos amatorios, el amor más allá del dolor que lo derrumba todo. Templo, imperio, iglesia, hombre, Dios humano. Stábat Mater Dolorosa. Amorosa.

Aquí va. La épica de las coincidencias, cuando se hace el silencio porque uno no es capaz de amar lo suficiente. No hay nada más ancho en las emociones humanas que las advocaciones de la Santísima Virgen, la Dolorosa, la del Silencio, la Virgen de las Angustias, María Auxiliadora, la del Carmen, la mía, la que me llamó, la que me habló, la que me acogió, la que me protegió, Nuestra Señora de la Consolación, la Lacrimosa, la de Las Nives, la de Celada, la del Perpetuo Socorro, Nuestra Señora del Rosario….

Va.

Va…

😉

Mina. Gracias Felix. Mi amigo. Tan bella esta «pequeña» casualidad. Fue en la Iglesia del Carmen, una tarde triste solo de amigos como hoy. Sentado tras el Evangelio. El cura da el sermón… sobre… la soledad. «Nos quejamos mucho de la soledad. Pero no toda soledad es mala… de hecho hay casos en que la soledad es necesaria. Hay profesiones que no se pueden ejercer si no se está en soledad, profesiones que uno no puede ejercer cuando está con los amigos. En esos casos la soledad es necesaria.» Esas fueron las palabras exactas. Las recuerdo como las hubiera dicho hoy. Pero hace más de 10 años. Para escribir necesito estar sólo. Estar conmigo mismo. Porque ¿Con quién estoy cuando estoy conmigo mismo? ¿Quién es mi compañía? ¿Quién me dicta? ¿Quién trae al mundo lo que yo pongo en estas torpes letras? Quitar del mundo el misterio, es dejar al hombre desnudo en medio de un hospital con una sábana verde y un aparato por compañía. El misterio es la enfermera, que se acerca y te agarra la mano con una caricia. Pasa. Es el misterio. O es el Misterio.