Desolación: Más que una sombra de duda sobre la rehabilitación de San Marcos

San Marcos Interior

La ex concejala de Cultura del Ayuntamiento de León, Inés Prada, filtró en las redes el pasado día 29 de agosto unas fotos en las que se puede intuir el resultado de la restauración llevada a cabo por Paradores en San Marcos (primera fase). Me dejaron sobrecogido por el aspecto anodino, impersonal y, todo parece indicar que de un mal gusto casi delincuente, que destroza y niega el carácter y singularidad de una joya del plateresco español. No fui el único en sentir estupefacción y desolación ante lo que mostraban las imágenes, las redes se llenaron de eso, desolación, de rabia y, sí, en algunos casos, de ira. Se sumó alguna que otra defensa. Muy pocas.

Hoy escribe en el Diario de León Eduardo Aguirre -a quien admiro, respeto y aprecio-, una columna que titula «Tormenta de Improperios». Eduardo -uso el nombre propio porque es amigo-, se atreve a calificar lo que ve en las fotos de «obra algo fría, en la línea de una estética actual», pero lo hace con prevención porque dice «la arquitectura es —entre otros cometidos— arte de atmósferas, y para valorarlas hay que adentrarse en ellas y acostumbrarse a las mismas.» Tiene razón. Así en absoluto.

Pero.

Menciona, Eduardo, que «También durante la construcción de Botines, los leoneses se burlaban del aspecto.» La cuestión aquí, en mi opinión, es que los leoneses de entonces sabían que el arquitecto de Botines se llamaba Gaudí, y que el catalán venía precedido por la calidad de sus obras; del autor de la «cosa» que anuncian las fotos publicadas, en cambio, ni se conoce el nombre -yo no lo he leído y lo he buscado-, ni sabemos los leoneses de hoy que obras le preceden, aunque me temo lo peor.  

¿Hotel o tanatorio? ¿Genialidad con autoría, o gasto sin sentido ejecutado con pólvora del rey?

Es cierto -y no lo es, afortunadamente las verdades de verdad no son ciencias exactas-, que juzgar por fotos una obra arquitectónica puede llevar al error.

Pero.

Yo me asombré -y maravillé como tantos otros-, con la pirámide del estadounidense de origen chino, Ieoh Ming Pei en el Louvre, mucho antes de haberla visto en persona. Lo mismo me sucedió con el Arco de la Defensa de París, del holandés Spreckelsen, que concluía de forma magistral una perspectiva de kilómetros que atraviesa la ciudad de la luz convirtiéndose en eco del otro Arco, el del Triunfo de Napoleón. Luego, ya «in situ», pude descubrir como el Obelisco de la Plaza de la Concordia, enhebraba ambos arcos y confirmé que todo allí es inteligencia, creatividad, valor y honestidad.

Nada de lo que esto veo o intuyo en las fotos de la decoración pequeñoburguesa que se adivina en San Marcos y que -ojalá me equivoque- igual valdría, efectivamente, para una de estas asépticas funerarias que han surgido como setas por todo el país, como para un hotel de tercera en alguna cadena importada de algún sitio,

Lo mismo que me sucedió con la pirámide o el arco parisinos, me sucedió en Berlín, con la cúpula del Reichstag alemán, firmada por Norman Foster. La belleza sobrecogedora que intuí en las fotos, palideció frente a la sensación épica y sublime de la obra en la realidad, donde el visitante siente, al pasear sobre el mismísimo techo transparente del Parlamento, cómo este se vuelve símbolo de comunión entre la nación y sus gobernantes.

La cuestión clave para mí aquí, no es ajena a quien filtra las fotos: Inés Prada. La exconcejala legó a la ciudad de león un edificio brillante de Tuñón y Mansilla, lleno de ecos no sólo del plateresco que confronta, sino, también, de ese padre de todo que fue Le Corbusier.

Arco de la Defensa de Paris del norteamericano Ieoh Ming Pei.

Finalmente, tendría mil ejemplos, me gustaría añadir una mención a la impresionante intervención de Jean Nouvel en la ampliación del Reina Sofía. Hay un punto donde la cornisa de rojo-coche del edificio de Nouvel, se encuentra, casi tocándola, con la del de Sabatini y ahí mismo queda definida la arquitectura como poema en mi opinión.

Poesía arquitectónica en el encuentro de las cornisas de los edificios de Sabatini y Jean Nouvel en el Reina Sofía.

Cuando Prada, en su empeño contra viento y marea de traer un auditorio a León -«no» de la Junta, «no» del Ministerio, «no», «no» y «no»-, consigue con un tesón cazurro el «sí», elige arquitecto por concurso público puro y duro, y el resultado no sólo no desmerece al mismísimo San Marcos, sino que lo complementa ya para la historia. Descubrí el auditorio, tengo que decir, por foto -interior y exterior- y cuando lo vi en persona estrené en él mi obra de teatro Mercado Inmobiliario, quedé marcado por su belleza, sobriedad funcionalidad, que es ese adjetivo de la arquitectura que la engrandece de una forma distinta a las otras artes.

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Inés Prada legó a León un auditorio que dialoga y es eco no sólo de San Marcos sino del mismísimo Corbusier.

Remato.

A mi León, que es mi tierra, me duele como me duele España y me duele el mundo. Me duele cuando se perpetra violencia contra su cultura -y contra la Cultura-, por parte de una clase política corrupta no sólo en lo económico, sino en algo mucho más grave para mí: la degeneración que yo llamo estupidización de las personas y la sociedad, de todo lo que es digno y merece -o debería merecer- el respeto de políticos e instituciones.

Hablemos. Dialoguemos. Opinemos. En esto consiste la democracia y la libertad. Elevemos el nivel. Seamos críticos de una forma constructiva. Pidamos -exijamos- nombres, datos, autorizaciones -entendidas estas como decantación un principio de autoridad necesario en lo ético, en lo intelectual, en lo moral-. Conozcamos, es hora, a la obra y a su autor. Y que nos cuenten el porqué de los tiempos infinitamente dilatados y todo lo no ejecutado. Sobre gustos hay mucho escrito y yo no lo he leído todo. Pero aun así me atrevo, y ecos he tenido ya de personas fuera de León a las que respeto muchísimo, y son muy respetadas, a opinar que lo que apunta lo que muestran las fotos es zozobra y basura cultural. Nada me haría más feliz -y aseguro no es un deseo retórico-, que estar equivocado.