3 días tres, de viaje a los infiernos. Psiquiatra, psicóloga, torrentes de antidepresivos, de ansiolíticos, algo para los dolores de espaldas, el fracaso total, la crisis total, por delante la singladura más dolorosa que jamás haya podido enfrentar. Es el típico día para no escribir y «correr un tupido velo». Pero ese es el día en que los escritores nos ponemos la armadura y nos tiramos al campo de batalla. Incluso mandamos y no recibimos algún que otro whatsap. Son los juegos del hambre del servicio de mensajería.
Está claro que no todos vemos las cosas iguales. Al contrario: todos las vemos distintas. Cada persona es una visión del mundo. Y cuando nos asomamos al espejo, no nos vemos a nosotros mismos sino a quien los otros ves. De mi yo veo cuando estoy acostado mis pies, mi barriguita, mis piernas, mis brazos… pero jamás mi cara o mis ojos. Esos están reservados para los otros. Y para los espejos y las fotos. Pero lo que vemos, repinto, no es nuestro punto de vista, silo el del otro, y entre lo que somos y nuestro punto de vista del mundo y el que incorporamos de los otros a través de retratos y espejos -nadie se ha preguntado porque la gente se fotografía tanto de pierna a pie: porque ese es su autorretrato real. El cómo se ve.
Cuando la vida se pone dura solo lleva un mensaje implícito directo: «prepárate, porque se puede poner mucho más dura.» Con lo peor que te puedes encontrar de bruces es con el Mal. Y te lo encuentras, claro; el manipulador, el estratega, el que tiene siempre dobles agendas. Te quiere pero te quiere por algo. Si tu no eres de esa calaña, caes en las redes como la más bella de las sirenas -no porque seas bella o sirena- sino por la inocencia. Su juego preferido es la manipulación. La otra forma que toma el Mal para destruirte -si eres malo no se toma la molestia claro-, es la identificación. Te seduce con quien vibra en tus mismas soledades, en tus mismas rarezas y en tus mismos criterios estéticos. La mentira es su arma de destrucción masiva. (O de autodestrucción masiva, quien miente se miente a sí mismo.)
La generosidad ha sido siempre uno de mis defectos. Lo digo porque no se puede ser generoso sin preguntar. Y llegas al punto donde todo confluye porque has hecho tu trabajo y entiendes de que va eso tan manido de «Ítaca». Das, y al dar ofendes. Porque implica, en algunas mentes que eres más rico. Y eso es el primer conflicto doloroso. Quienes en las distancias cortas no soportan tu presencia o gozan del ejercicio de la humillación y la ignorancia, lo hacen por la necesidad -pura testosterona- de ser más. Con lo cómodo que es rendirse ante el superior. Y luego está el dolor. Ese pequeño geniecillo que revolotea, que da al hombre esa embriaguez de la sensación más profunda que se puede da -piensa- es la de hacer dolor al otro. Procurarle sufrimiento. Ahh, eso es el manjar de los dioses. Irresistible.
Sobre todo cuando se piensa que no se pagará un peaje. Los cobardes hacen leña del árbol caído sin reparar, en sus raíces sanas, y que lo que es para ellos es «leña» es, para él, poda vivificadora.
Nos apartamos de los que nos parecían de forma limpia porque lo blanco tiene tintes de aburrido. En cambio lo negro, está en esta plena efervescencia de lo oscuro. Las Raves, el HGB o la metanfetamina, el triunfo de las novelas sobre el sadomasoquismo, el discurso político basado en la ponzoña y la división donde había armonía. Las cosas esas de los días de hoy.
Es patético claro. La doncella siempre cae engañada en las garras de Plutón -el dios del inframundo- que clava sus dedos voraces en las piernas tersas de su sobrina Proserpina a la que sorprende jugando un una laguna de Sicilia con sus ninfas entre flores y guirnaldas. La desaparición de Proserpina, lleva a su madre Ceres -diosa de las cosechas y la agricultura- al dolor absoluto, hasta el punto que detiene de los frutos maduros, y se secan esos cereales de quien reciben el nombre. Su dolor, deja desiertos por donde camina. Finalmente Júpiter ordena a Plutón que deje ir a Proserpina, no sin que es sin que antes le de comer unas semillas de granada, fruto de la fidelidad. De manera que Proserpina vuelve su amada Sicilia, y Ceres llena todo de flores para recibirlas. Tantas y tan variadas que da nacimiento a la primavera. Pero 6 meses después, Proserpina ha de volver al inframundo y los hombres sufrimos, el frio y el hambre.
El Mal no es bueno ni malo, es una de las formas de las condición humana. Está y llegó para quedarse. Pero yo no puedo dejar de recordar aquella escena final de la película Amistades Peligrosas en la que una inconmensurable Glen Close se va poco a poco desmaquillando, descubriendo la vejez que ha ido acumulando en sus juegos de canibalizar vírgenes, y se siente, tras tantos triunfos… Derrotada.
No era el día mejor para mi para escribir, como un San Sebastian -tan sensible él- ha sido asaetado por todos con el exclusivo motivo de su vulnerabilidad y su belleza física y morar. Creo que no hay Santo más versionado en la historia de la pintura y la escultura ¿por qué? Es la inocencia atacada por el simple echo de su vulnerabilidad. Pero su vulnerabilidad, es su triunfo, porque la bruma oscura que corre en los arqueros prestos, no es otra que su incapacidad de poseerlo.
En el fondo, quienes abusan, por que pueden producen tristeza y quienes pudiendo hacerlo, no lo hacen admiración. Que el Mal gane o pierda es el pelín patético que siempre ha ejercido de secundón.
Los amigos, que nunca lo fueron, aparecen y desaparecen, la familia se dedica a sus propias familias reducidas y dejan tendidos en el campo de la nada los hitos del pasado: los que construyeron las casas, los que pasaron las posguerras y las guerras, las que echaron al moro… es moda y se hace por WhatsApp
NOTA: Las Pills son reflexiones muy poco reflexionadas que escribo cuando me pica algo. Y, por lo tanto, no suelen llevar imágenes, sólo palabras, agudas y torturadas. Hasta el momento no he escrito ninguna buena. Por ahora solo escribo. Llegará la paz a mi alma y las cosas fluirán. Ahora sólo me domina el terror. Con todo, la estatua de Bernini de Plutón raptando a Prosepina siempre me impresionó. La escultura no es una de las artes que más me conmueven, quizá porque incorpora el tiempo que todo lo complica. Pero es que en esta obra, todo cambia desde el punto de vista desde el que se mire, la brutalidad de Plutón frente a la ingrávida Proserpina espantada, un pequeño giro y la cara de hija de Ceres, cubierta de lagrimas ya no es de horror sino de súplica, es una llamada desconsolada a su madre. Otro pequeño giro y lo que eran fuerzas opuestas se convierten desde la espalda en un único acto definitivo. Incluso, el volar de las manos, como un ruiseñor se escapa de la mano que lo aprisiona, se convierte en mero gesto manierista. Por todo esto, me traiciono, como siempre, y pongo alguna de las perspectivas, que un día me enamoraron. Sobre todo porque esto, lo que vemos fue así, miles de millones de veces el la humanidad. El bruto, cree que puede poseer a la bella por la fuerza. Solo los trovadores descubrieron la llave secreta al corazón de la mujer.
Matar hundiendo la mano en la sangre caliente del que nos hace de menos o el que nos molesta, ha sido sustituido por un mensaje en el móvil. O su ausencia.