El Guardián: Capítulo XXI

En el dormitorio del apartamento del viejo anticuario hay dos lámparas encendidas –una de ellas de cerezo bajo la cubierta de pan de oro- y otra, más común, de caoba. Dos policías pasan brochas sobre los bordes de la cama también de caoba y la mesita de roble.

El Comisario sube lentamente las escaleras de mármol de la Biblioteca nacional bajo la lluvia fina que lleva cayendo desde primera hora de la mañana sobre los grandes castaños que recortan el perfil blanco de la Institución.

En el Jardín Botánico, comienzan a hacer los preparativos para el cierre del día, mientras en las oficinas aún se ve actividad tras las cuatro ventanas de oloroso pino carrasco en las que brilla la luz.

En su casa Nacho mira hacia los tilos. Tiene los ojos secos y se encuentra mareado, a ratos le entran náuseas y, a ratos, los tilos empiezan a girar y con ellos gira toda la habitación y se tumba en el suelo, y cierra los ojos y todo sigue girando, y ve los árboles del sueño de la noche anterior que se vuelven negros para protegerle. En la mano tiene el móvil y el pulgar está sobre el número de su madre, de momento nada es real… solo dos cartas. Pueden ser falsas, pueden ser una broma. Él sabe que no, pero le parece que, si pulsa icono con la foto de su madre en el teléfono, su voz sonará al otro lado como siempre: contenta y atareada. En ese mismo instante siente vibrar el teléfono antes incluso de que llegue a sonar, siempre pasa lo mismo. Odia la invasión del “tono” -y los ha probado todos- y por eso tiene seleccionada al mismo tiempo la vibración. Ha desarrollado la habilidad suficiente, para que el zumbido que precede al ruido, le permita descolgar sin escuchar ese sonido que en millones de variaciones se oye por toda la ciudad a todas horas. El pulgar se desplaza instintivamente del número que iba a marcar a la tecla de “contestar”; en la pantalla aparece un número desconocido. – “Si todo ha salido como estaba previsto y mis arreglos han funcionado, la carta te habrá llegado antes de que la policía te comunique las noticias.”- Nacho quita el dedo del teclado del teléfono, se levanta, coge la llave de la caja del banco donde tiene todos sus ahorros, mete el ordenador en la mochila, el cepillo de dientes, un vaquero, todos los calzoncillos y tres camisetas blancas. A continuación, abre la puerta, hecha de un roble de poca nobleza, -demasiado joven piensa- y, sale sin echar la llave. Toda su vida anterior queda al otro lado.

 

***

En Santander, alguien hace fotos a un cuerpo tendido al pie de un ciprés, un frondoso ciprés que un día pareció muerto. Un policía mide minuciosamente todo dentro de un perímetro acotado por una cinta de plástico amarillo que se mece de vez en cuando con el viento. Otros dos policías salen de la pequeña casa del guardes y alguien vestido de paisano, recoge algo del suelo y lo mete en una bolsa de plástico que coloca en un maletín en el que hay ya, un gran número de bolsas, cada una de ellas con una etiqueta blanca. Nunca el antiguo jardín ha visto tanta actividad..

 

 

CAP. XX      CAP XXII