1, 2, 3 fotogramas. Y nada es igual: eso es el cine.

H ay un primer fotograma con un paisaje nevado cuyo horizonte hace una diagonal en un sentido, y un segundo fotograma -más o menos, entendámonos- de otro paisaje nevado cuyo horizonte hace una diagonal; en el sentido contrario. Luego se ve una montaña nevada del Oeste y ya las letras en amarillo de las novelas… del Oeste. Tarentino es un genio. Hay una escena en la que un caza recompensas blanco se encuentra con un caza recompensas negro -chocolate, esclavo, etc- y, el caza recompensas blanco lleva con él a una «recompensa» femenina con un ojo morado. En un momento de la conversación de los dos hombres -la ventisca arrecia-, la mujer se pasa de lista y el cazador le da un golpe en la cabeza que ella trata de aguantar con una cierta dignidad mientras la sangre gotea por uno de los lados de su cara. Luego, en otra interrupción, le da un codazo en la nariz que acaba con un sangrado bastante escandaloso. Cuando se recupera… mira al negro que va enfrente suyo, un negro de ojos brillantes y enormes, el negro de toda la vida de Tarentino, no vamos a hacer un names-dropping y, mientras se lame un poco la sangre que le rodea la boca y mana copiosa de la nariz, le hace un guiño imperceptible al moreno. En ese momento sabemos que ya está liada.

WP_20160217_18_13_52_ProMe late tan fuerte el corazón -sobre la hipocresía se pueden escribir tratados, con proliferación de cadáveres o mujeres, o sentencias inapelables, como la que hace en menos de 5 minutos The Master, Don Quentin-, que abandono la sala. Y me pierdo el resto de la película porque cuando uno ha llegado al clímax -un par de veces- lo demás es vicio. Y, además, porque tengo la tensión alta y la belleza mata.

La aventura tarentinesca, se produce después de que alguien que creía amigo, yo y mis problemas con la amistad, me recomendara -lo cual le agradezco enormemente, por supuesto- el programa doble, con la otra competidora a los Oscar: el resucitado, el revivido o lo que sea. La cosa, que protagoniza -pa qué- Di Carpio, es un documental a lo National Geographic sobre la redención, de Iñárritu. A ver la película tiene algún plano bonito, y lo demás todo es absurdo. Quizá haya una segunda parte sobre como uno vuelve a andar en unos días con las dos piernas rotas, y recupera el habla con la laringe cosida así con una aguja que uno no sabe bien de donde sale. Lo peor, peor de todo, es el cambiazo de venganza «la venganza sólo está en manos de Dios», por la redención, que, como todos sabemos, es un tema de Don Easwood e Iñárritu debería no meterse en esas cosas y deñirse a la tediosa sucesión de postales, en la que el más mínimo talento sobre el montaje brilla por su ausencia -yo creo que no sólo los Oscars, sino la propia National Geographic, se la va a rechazar por tediosa y eyes, pleasing.

Yo soy una persona que me equivoco mucho. Hoy me han puesto en mi sitio y me han demostrado que me equivoco aún más de lo que pienso. Ahora, eso sí, en mi ignorancia, pues tengo mi criterio. Que no es más que eso: el mío. Volví a casa conduciendo con «Rufo» mi nuevo amigo del alma -un Seat Ibiza del 98, verde como no- al que hace dos noches, y en su primera semana conmigo, le rompieron los dos espejos retrovisores. Pero Rufo es mi amigo, y me llevó a ver las películas y cuando le necesité de forma imprevista ante mi abandono -por puritita supervivencia, de la de tarentino- me trajo a casa en un plis-plas, para que dejara constancia de esta noche, en la que hecho de menos a Carmen, como se hecha de menos la tierra en la que naciste, o el vientre que te albergó. Hablé eso sí con Fashion Sphinx, de carreras de modelos, movies «te vas a clavar las dos?» y de hacer un encuentro en marzo para abusar de su generosidad. No será necesario, unos fotogramas de Tarentino son suficientes para que uno descubra sus propias limitaciones, su propia estupidez, y su propia inocencia. Carmen me dijo hoy «es el día más duro, si paso este, todo estará bien». Y yo me fui al cine, porque en jornadas interminables sin sueño y trabajo, se disculpaba por «tenerte abandonado».

La escena crítica para di Carpio en the no-se-que, es la última en la que sus ojos miran a la cámara mientras la vida le abandona. Casi lo consigue, pero en el último momento fracasa -quizá porque la muerte, no se puede interpretar con los ojos abiertos mirando a cámara en primer plano-, así que yo lo del Oscar lo veo difícil y no porque no se lo merezca como actor. Pero Iñárritu no se aclaró y, claro, un actor, por bueno que sea, si no te dirigen, pues… vas vendido.

Y con esto y un bizcocho recupero mis entradas en On.ignorance, a la que tenía tan abandonada hasta el punto de recibir quejas por el vacío en sus viajes en autobús. Quejas de alguien muy querido, un «amigo», el espejo, y el que te dice que te necesita. Que en eso consiste la amistad. O no. Lo digo, ya se sabe, desde la ignorancia… ¿Quién soy yo para hablar de semejante tema?

Publico sin leer, sin corregir y sin formatear. Lo haré, ahora voy a leer y a dormir, para aparcar el cansancio ilimitado que me acompaña. El 19 estaré en Jerez y se me romperá el corazón otra vez, tiene más cicatrices que el cuerpo de Di Carpio después de que un oso le ataque, no una vez… que es algo que te deja fatal, sino dos.

Posdata: Ojo, Spoiler… en un momento caen dos animales por un precipicio, el más pequeño, débil y agotado sobrevive ileso! y el más grande, sano y bien cuidado fallece… del todo. No me preguntéis por qué. Si yo lo entendiera, trabajaría en Holliwood mainstream.

Salud. Mañana tenía una tercera película. Pero el destino es caprichoso y lo mismo que te da momentos casi plenos, te los quita. Nada nuevo.