Los martes y los días: «El Estado de la Locura»

Publicado originalmente el 20/04/2007 (hace 9 años!)

El imperio de la ley se enseñorea de la calles hasta el punto de ofrecer seguridad por omisión.

 

No quería yo seguir en estos jardines –por lo del raca, raca-, pero es tan imponente la realidad, que sería pecar de falso si eludiera la obligación. Otros explicarán de forma prolija lo que a mí me parece obvio. Dice literalmente el artículo 1.1. de la Constitución, “España se constituye en un Estado social y democrático de Derecho, que propugna como valores superiores de su ordenamiento jurídico la libertad, la justicia, la igualdad y el pluralismo político”. Dice el 1.2. –acabo enseguida- “La soberanía nacional reside en el pueblo español, del que emanan los poderes del Estado”, y 2.1. –el último que citaré- “La Constitución se fundamenta en la indisoluble unidad de la Nación española, patria común e indivisible de todos los españoles, y reconoce y garantiza el derecho a la autonomía de las nacionalidades y regiones que la integran y la solidaridad entre todas ellas”. ¿Qué es lo que no entienden?

El domingo me sorprendió en un hotel de Madrid a la espera de una comida el lunes con Carlos Urroz, el nuevo director de ARCO. Me desperté a las 8 de la mañana, un poco agobiado de trabajo, y me asomé por la ventana a un Madrid semivacío. En una plaza a mis pies, dos grupos de chicos separados, agotaban la noche y la fiesta. En ese momento apareció una mujer joven, sola, que comenzó a cruzar la plaza en diagonal. Todo tenía algo de cinematográfico. La doble ventana creaba una sensación de “marco” y de irrealidad por el silencio absoluto con el que me llegaba la “acción”. Cuando la chica alcanzó la altura del primer grupo de jóvenes que iban “cargaditos”, me sobresaltó la inquietud. La chica iba rápida, vestida sin duda para trabajar en domingo. Sin embargo, nadie la miró. Estaban a lo suyo y ella, se notaba, iba a otra cosa. En ese momento pensé “esto es la Democracia”, saber que el imperio de la ley se enseñorea de las calles hasta el punto de ofrecer seguridad por omisión. Lo que estaba en aquella plaza evitando cualquier posible incidente, no era la Policía, un hermano de la chica o un arma oculta en el bolso. Era, sólo, simple y llanamente la soberanía nacional. La forma de vida decidida por un pueblo, que a un pueblo obliga. Puede que no haya Constitución perfecta, pero cualquier Constitución vigente es más perfecta que cualquiera otra por aprobar. La España cuerda se pregunta hasta donde ha llegado el Estado de la Locura… de algunos.