El Guardian: Capítulo XIX

 

E l timbre del telefonillo sonó con una cierta insistencia. Nacho caminó descalzo hacia la puerta y contestó.

  • ¿Si?

– “¿Mensajero?” Esta sí que era buena. Nadie tenía su dirección. Alguien subía ya de dos en dos las escaleras.

  • ¿Nacho Grijales?, dijo un chaval vestido de UPS con la respiración entrecortada.

  • ¿Si soy yo?

  • Tome, -dijo el mensajero dándole un sobre-, firme aquí y aquí y ponga debajo por favor su DNI.

  • Un momento, ¿quién es el remitente?

  • Ah, no lo sé. Por el sitio donde lo recogí parecía un banco o un sitio de asesores de esos muy pijos, pero si no quiere firmar yo me lo llevo y no pasa nada. Somo de UPS, no de desahucios.

  • No, no… – Nacho dio el DNI, firmó con el pincho ese de plástico en la pantalla de una especie de teléfono y cerró la puerta.

Miró unos segundos el sobre azul que tenía en la mano. Luego lo giró, vio una lengüeta de la que tirar y lo rasgó. Dentro había dos sobres blancos y en el frente reconoció la letra de su madre: “Para Nacho Grijales, Abrir primero” y “Para Nacho Grijales, Importantísimo, sólo lo abras cuando tengas la certeza de que ha llegado el momento.”

Fue la primera vez que le pareció estar viviendo una pesadilla. Una serie de acontecimientos donde todo encajaba como en una mala película de detectives. Pero una carta de su madre mandada por mensajería, era al mismo tiempo, como meterse en las aguas heladas de la cascada de valdeteja cerca de la casa de Santander en pleno marzo, cuando todo era todavía agua con apellido de nieve. Una inmersión en la realidad que ponía el corazón y el cuerpo a toda máquina dando un poco la sensación de inmortalidad, de que te podían cortar con una sierra y no te enterarías de nada. La sangre, acudía al socorro de la última célula para evitar una supuesta muerte por necrosis… a veces el cuerpo y el cerebro también se engañan, y, el resultado era una sensación de plenitud y de vivir exclusivamente en el presente. Eso fue lo que sintió al ver la letra de su madre. No recordó ni imaginó. Sólo la contempló como una especie de hiperrealismo a lo Antonio López. El segundo, menos que el segundo, el momento, la vida en el momento de acontecer. El tiempo congelado.

 

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